Canciones que marcan estaciones... personajes, quienes quedan en la conciencia. Retumban en los oídos llenas de encanto, de reminiscencias, festejos, desdichas y aventuras.
Escuchar sonidos alborotados y liberarme de la monotonía envuelta en lamentos y malas experiencias, vigoroso el sonido que se aferra en mi cabeza y sobrelleva latitudes desconocidas en el interior de mi casual y tan usual descoloco, como innumerables desafíos para aquellos tímpanos, para situaciones en donde me alzo, salto, regreso, miro el cielo y las pupilas se dilatan, se estremecen, se revientan de sensaciones inexploradas. La implacable soberanía del logro que no es, la injuria de la pertenencia en un vacío círculo que gira sin parar, hasta que vuelvo a respirar, se acallan las voces, nunca hubo voces, era la imaginación cegada, la pintura embobada, los paisajes ajenos, la pulpa seca que nada sabe.
Jamás será como imaginas, la diferencia es el deseo, se repite como un coro hasta que lo aprehendes, dominas, o superas, para bien o para mal.
